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domingo, 8 de febrero de 2009
Arte de Fabrini

"Apenas recuerdo unas cuantas imagenes de mi memoria. Recuerdos, vanos, desenfocados...

Pero si que recuerdo la casa.
Era muy pequeña cuando soñé por primera vez con ella. Caminaba por una hilera de chalets adosados, todos perfectos, con sus bonitas vallas blancas, sus perfectos buzones, su impecable césped. Pero fue cuando mi mirar se detuvo en la oveja negra de todas ellas.

Daba pavor verla de lejos, siquiera. Las baldosas de la acera parecían temerle a la casa, descolocadas, temblorosas bajo mis pies diminutos. La entrada no era hospitalaria con el vecino, las tejas estaban desencajadas y muchas de ellas, esparcidas por el jardín, de una maleza asombrosa.
No había crecido ninúna flor allí y los desconchones de la pintura de la pared significaba un abandono perpétuo. Lo que más le llamó la atención, a mi pequeña mente infantil, fueron los macabros retratos que había colgados a lo largo de la fachada. Retratos de gente que miraba al pintor que los retrataba con una sonrisa, a pesar de tener heridas por toda la cara, la cabeza abierta, sangrando por los ojos o con los labios cosidos. Aquella dantesca visión de la situación era contradecida con unas elegantes sillas desperdigadas de terciopelo rojo.
La escalofriante escena se vio interrumpida cuando alguien me acarició la cabeza, con dulzura. Yo miré hacia arriba, asustada, pero lo único que recuerdo es un destello rojo y negro aproximandose rápidamente hacia mí, y una risa que desgarró mi subsconciente por completo.

Ahora ya tengo diecisiete años, pero sigo recordandolo. Me he quedado jodidamente huerfana hace apenas dos meses y tengo que ir una vez por semana al psiquiatra para saber por qué se repite ahora mi maldito sueño...
...y quién me acarició la cabeza en aquel momento"


Fragmento de mi propia mente. De una forma extraña, he recordado un sueño que tenía cuando era muy pequeña. Le he aderezzado con un poco de mi imaginación y ese es el resultado.