domingo, 7 de diciembre de 2025

Prefacio: De lo gótico

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 De algun modo, he terminado con el libro de Frankestein entre mis manos para leer. Ya tocaba, después de casi veinte años de vida gótica empedernida, envuelta entre figuras como Drácula o El Fantasma de la Ópera, visitar a una de las obras pioneras -si no la obra por excelencia-, que le da pie a muchos de los tropos que adoro leer y disfrutar. E imaginar y escribir sobre ellos.

¿Por qué no antes? Probablemente porque mis primeras impresiones de lo que la cultura popular ofrece acerca de la figura de Frankestein es el monstruo verde de plataformas y tornillos en el cuello con la cara cuadrada. Y claro, a mi pequeña persona eso no le atraía tanto como el susurro de una ondeante capa negra en la noche, la música de órgano o beber sangre a la luz de la luna.

Para cuando pude entender que esa era solo una de las tantas representaciones de la Criatura -algo que deberia haberme imaginado, despues de pasarme más de media vida investigando las tantas y tantas interpretaciones de la historia de mi querido Fantasma de la Ópera-, habia perdido parte de mi propia chispa por investigar, por estudiar y cabilar sobre estas figuras. Es algo terrible que contar, algo triste y desgraciado. La parte buena es que me di cuenta a tiempo. Y estoy en proceso de recuperarla, y recuperarme.

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Volviendo al caso, ya estaba en mi mente visitar este mito gótico. No solo por obras como Fantomestein, en el que mezclan su figura con mi interés favorito. La pelicula de este mismo año, Frankestein (2025), dirigida por Guillermo del Toro, llamó mi atención, tanto a un nivel visual como en los comentarios sobre la Criatura, el actor que la interpreta, y el propio director. Debido a mi extraña relación con el terror desde temprana edad, en el que me fascinaba pero no podía leer o ver ciertas obras a riesgo de sufrir terribles pesadillas, no he podido disfrutar de la obra de este director tanto como me hubiera gustado. Incluso si mis gustos creativos se han cruzado en más de una ocasión con su obra y siempre me ha parecido un maravilloso artista -mi introducción favorita de los capitulos de Treehouse of Horror de Los Simpsons esta dirigida por él-, pero terminó de convencerme para seguir su obra de manera más ferviente tras escucharle en entrevistas. Puede que uno de los puntos decisivos estuviera relacionado con su posición frente a la inteligencia artificial de-generativa. También por el desencanto que sufro con muchas de las cosas que consideraba los epítomes góticos para mi, observando en algunos paralelismos visuales como bien esta adaptación de Frankestein podía convertirse perfectamente en un nuevo Eduardo Manostijeras (1993)

Como parte de mi recuperación, he recuperado la pasión por la lectura. Andaba algo desencantada con lo ultimo que andaba leyendo, ¡incluso si me gustaba muchísimo! Me transmitía demasiada angustia y desesperanza en un momento en que no lo estoy tolerando demasiado bien. Por lo que, buscando algo nuevo, pensé que la mejor idea podía ser darle un intento a Frankestein. Lo sé, lo sé, no es el paradigma de algo ligero y esperanzador, donde todo son sonrisas y buenas caras. Y aun así, hay algo dentro de mi que encuentra consuelo, entendimiento y comfort en los libros del romanticismo frenético y de las páginas decimonónicas. Rarezas que tiene cada uno.

Empecé esta lectura el 30 de noviembre -algo que cosquillea una parte de mi cerebro, ya que la Criatura es concebida una noche de noviembre- y lamenté el no haber leido antes esta obra, empezando por la introducción de la propia Mary Shelley. Yo era conocedora de su figura pero no había llegado a leer directamente su obra, su palabra escrita. Pero solo su introducción, me hizo sentir como si hablase directamente hacia mí, del mismo modo que me emociono y lagrimeo con el fragmento final de la serie The Office (US) cuando Pam mira directamente a cámara para hablarnos, para hablar directamente con el artista que llevo dentro. Si, una referencia a esta serie en medio de una disertación sobre Frankestein es anodino, pero es lo que hay.

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La forma de hablar de Shelley, como se expresa, las palabras que utiliza, es algo que prácticamente puedo sentir bajo mi propia piel. No a un nivel vanidoso, sino a un nivel singular. Cuando escribo, cuando lo hago inspirada de verdad, y mis dedos toman una velocidad más rápida que mi propia mente para analizar las palabras que estoy taladrando en las teclas, aparecen frases y párrafos que me sorprenden y que me cuesta reconocer como propios cuando reviso lo escrito. Es ese lenguaje antiguo, ese matiz romántico y frenético, que solo puedo ver en libros y autores de hace más de siglo y medio. 

Tras terminarlo ayer, día 6 de diciembre, le propuse a mi pareja ver la película por la noche. No sabía que esperar, visualmente sabía que me extasiaría, y al mismo tiempo, me llevé las manos a la cabeza con las principales diferencias entre la obra original y esta adaptación. Me llevé una grata sorpresa al ver a Charles Dance como el padre de Victor -no me lo esperaba pero siempre es un placer encontrarlo de esta manera-, y disfrute muchísimo de su interpretación, como del resto del elenco, que fue magnífico.

Algo dentro de mí estaba inquieto ya que podía no cuadrar en mi cuadriculado concepto de lo que es correctamente histórico y perfecto. Pero ¡qué demonios! Es la fantasía perfecta de la imaginación de cualquier romántico frenético, gótico y decimonónico que se precie. Es algo que me tengo que recordar a mi misma de cuando en cuando, parar a mi cerebro para que deje de sacarle defectos a todo y sencillamente disfrutar de la belleza que tengo ante mí.

Estoy en proceso de escribir una disertación mas extendida -y algo más objetiva- sobre ambas versiones, por lo que actualizaré este post con un enlace cuando esté terminada.